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Antonio Esteban Agüero: cien años después

Por Gustavo Romero Borri Antonio Esteban Agüero nació en una aldea bendecida por el sol, las sierras, las aguas puras  y la prosperidad natural en todos los sentidos que podamos interpretar hoy esta expresión: prosperidad natural. Esa aldea, llamada Villa de Merlo, puso en sus ojos y en su mente sensible todas las posibilidades para […]

Homenajearlo es nuestra forma de recordarlo. Poeta, prosista y escritor sanluiseño, Antonio Esteban Agüero.
Actualizada: 07/02/2017 15:04
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Por Gustavo Romero Borri

Antonio Esteban Agüero nació en una aldea bendecida por el sol, las sierras, las aguas puras  y la prosperidad natural en todos los sentidos que podamos interpretar hoy esta expresión: prosperidad natural.

Esa aldea, llamada Villa de Merlo, puso en sus ojos y en su mente sensible todas las posibilidades para construir una poética que se sostiene en una visión paradisíaca del orden natural. Agüero pensó y sintió que su más inmediato alrededor representaba la imagen y la experiencia de un paraíso. Esa idea o percepción lo acompañó durante toda su breve vida y dio fundamento a su visión del Hombre y de la vida.

Creo que no es posible llegar a entender el diverso universo de Agüero incomprendiendo su creencia indiscutible en que la naturaleza es la casa inmemorial del Hombre, es decir, de todos nosotros.

Su alumbramiento ocurrió un 7 de febrero de 1917,  hace una centuria. Ese niño, devenido joven y después adulto, siendo un hombre común (como todos los hombres lo somos en primera y última instancia)   tuvo una virtud que supo oír y honrar en las mejores horas de su vida: su amor y dedicación a convertir su existencia en poesía, es decir, en palabra alumbradora que transmite un mensaje de humanidad y de belleza. Esa fue su ocupación principal, su pasatiempo –dirán algunos menospreciadores – pero también su oficio celeste y su sacramento.

Sus poemas atestiguan la verdad de su propósito. Quienes los lean ahora, ya bien entrado el siglo XXI, podrán comprobar que Antonio Esteban Agüero, siendo un hombre sumergido en la tierra “sucia de barro y polen” supo encontrar en ella un sentido y un argumento de alta dimensión cultural. Fue un hombre común en su modo de transitar su realidad cotidiana. Pero no lo fue en sus visiones plasmadas en los escritos de los que aún hablamos porque “no nos son comunes”.

Su desaparición física, ocurrida inesperadamente en 1970, cuando este puntano poseído por el embrujo misterioso de la palabra hermosa tenía 53 años, interrumpió su vida pero nunca “los frutos de su vida”, es decir sus poemas donde viaja un mensaje vibrante y a todas luces perdurable, y que lo trasciende. Lo que escribió su superior a sí mismo.

Quizás el drama de su vida haya sido darse cuenta, desde muy joven, que su palabra era más importante que él mismo.

Agüero era muy consciente de su propio valor en el tiempo histórico de una sociedad abstraída en asuntos o problemas bien alejados de la labor de un lírico, de un poeta de su estatura y dedicación exclusiva a su oficio poético. La incomprensión o la indiferencia de su entorno social lo hicieron un ser extraño o raro.

No sería inusual o  raro que en el San Luis actual existieran hombres que, como el Agüero de aquellas épocas no demasiado lejanas, nos estén planteando ideas poéticas superadoras a nuestro presente. En realidad, si esto existiera, sería lo más natural. La poesía crece y se cumple por fuera de la historia. Siempre (o casi siempre) ha sido así. La historia no miente: se pronuncia.

En lo personal, desde que descubrí sus escritos, siendo yo un adolescente de 17 años con aspiraciones a la poesía, sentí que en ellos latía no sólo el corazón de un hombre individual interpelado por su universo vital,  sino algo más brillante que tenía que ver con una visión o versión del Hombre y la cultura.

El tiempo nos ayuda a entender muchas cosas. La poesía de Agüero en aquellos principios tímidos e incipientes me mostraron la verdad de su palabra arraigada, sincera y sofisticada.

Me fui por largos años de San Luis y llevé en mi mochila los mandatos de su voz. Volví a mi provincia después de ver “lo redondo que es el mundo” y Agüero estaba intacto diciendo lo suyo, que es lo mío, lo propio, lo raigal.

Escribí sobre su poética. Quise explicarla: encontrarle su razón de ser. Hablé de la poesía de Agüero en diferentes lugares y ámbitos culturales dentro y fuera de la provincia. Mi voluntad fue siempre definir los rasgos particulares que definen su espíritu y lo diferencian del resto. Cada vez que lo hice fue para defender la poesía como un hilo de Humanidad que representa la voz individual de un hombre que siendo poeta aspira, desde su individualidad, a una convivencia colectiva cordial y positiva.

En mi libro “El peso de la luz en la mano: impresiones sobre el credo poético de Antonio Esteban Agüero”, publicado en 1916 en San Luis, y que presenté en diferentes escenarios dentro y fuera de la provincia, concentré mis reflexiones sobre lo que creo que validan la autenticidad  de su acción lírica en favor de la poesía argentina escrita desde San Luis.

Para mi percepción Antonio Esteban Agüero no es ni mejor ni peor que otros poetas argentinos de su mismo tiempo que sintieron el llamado de la tierra como un reclamo para cuidar el orden físico que nos sostiene. Pero Agüero supo convertir su reclamo y su protesta en un canto. Un canto amable y persuasivo que nos induce a tener en cuenta lo esencial y descartar lo superfluo. Un canto que nos conduce a la veneración y al amor.

Su filosofía poética, aunque escrita en otro tiempo, aún sigue hablándonos y nos es útil y substancial a nuestra condición. Es actual como las estrías de nuestras manos actuales observadas sobre una mesa.

Las brillantes celebraciones programadas en Merlo, con participación y adhesión entusiasmada de personas de diversos orígenes y procedencias, creo que apuntan a celebrar un contenido que alude a la vida, al movimiento, a la emoción y que es lo que Agüero quiso ver plasmado mientras vivía y “predicaba” sus exaltaciones reales a través de sus “dichos”.

A mí me parece, y me parecerá siempre, que celebrar la poesía es un gesto de una energía grandiosa cuyas consecuencias no podremos medir, pero que siempre serán bondadosas y beneficiosas para el espíritu de libertad (no dogmática) que habita en la intimidad de cualquier hombre, habite donde habite. La poesía siempre estará en la vereda del frente del dogma, así que es oxigenante para la continuidad de la libertad individual.

Celebrar de diferentes formas los cien años de su nacimiento, creo que es equivalente a celebrar lo humano y, en nuestra situación local, es una manera de recordar la tierra, nuestra tierra, que él supo nombrar, decir, pronunciar en otro tiempo histórico pero nos abriga y abraza ahora, ya bien transitado el siglo XXI de un nuevo Siglo.

Antonio Esteban Agüero fue un hombre simple y sincero. Su legado nos reconcilia con esa condición. Todos los homenajes que hagamos durante este año 2017 en San Luis serán maneras de agradecerle a él lo que ha dejado a la cultura de San Luis.

Todo homenaje de adhesión a lo suyo creo que es un homenaje a San Luis y a la poesía como manifestación universal.

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